Decía Gregorio Marañón:

«La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa».

Llevamos un ritmo de vida acelerado.

Todo es urgente.

TODO es para «YA».

Hay prisa en el trabajo.

Pero también en casa.

Incluso practicando nuestras aficiones hay premura.

La productividad, el rendimiento, la competitividad y la rentabilidad se han convertido en los valores más importantes de la sociedad actual.

Y los trasladamos a todos los ámbitos de nuestra existencia.

(incluso al Yoga y la meditación, luego entraremos ahí).

Vivimos constantemente activados.

Hiperactivos incluso.

Si no es tu caso cierra esto y disfruta de la vida.

Pero si periódicamente (o incluso a diario) vives situaciones de stress, miedo, frustración o incertidumbre…

Esto te interesa y mucho.

El stress pone en marcha el «modo alerta» en nosotros.

Ya sabes, la famosa respuesta de «lucha o huida».

La mayoría de la población sufre de un stress de bajo perfil pero permanente.

Un stress subclínico que deteriora enormemente nuestra salud físico-mental.

Y es la causa, entre otras cosas, de:

-Descontrol del metabolismo y del sistema hormonal que aumenta la probabilidad de padecer diabetes y obesidad.

-Más adrenalina y cortisol en el sistema.

-Problemas autoinmunes.

-Inapetencia sexual, impotencia o frigidez.

-Dormir mal.

-Tensión alta.

-Inflamación.

-Estreñimiento.

-Envejecimiento acelerado.

-Suspensión de los procesos de desintoxicación.

-Reducción de la circulación y el oxígeno en los tejidos.

-Depresión.

-Déficit de atención.

-Cáncer…

El ser humano no está diseñado para vivir con el sistema nervioso simpático activado constantemente.

La activación del sistema nervioso simpático es necesaria e imprescindible para responder rápidamente a una emergencia de cualquier tipo.

O reaccionar con presteza ante un peligro.

Pero pasada dicha situación ha de volver al «modo relajación», es decir, al sistema parasimpático.

Esta es la clave de una salud física y mental óptima:

Vivir la mayor parte de nuestro día (y nuestra noche) con el parasimpático activado.

¿Cómo se consigue?

Primero vamos a ver los efectos de este «modo relajación».

Pon atención:

-Armonización del metabolismo, del sistema hormonal y del inmunológico.

-Disminución de adrenalina y cortisol.

-Vida sexual saludable.

-Sueño profundo y sin interrupciones.

-Descenso de la presión sanguínea.

-Desinflamación y adelgazamiento.

-Desaparición del estreñimiento y mejora de la digestión.

-Recuperación general del organismo.

-Activación de los procesos de desintoxicación.

-Aumento de la circulación en todo el organismo y del oxígeno en los tejidos.

-Sosiego, paz mental y bienestar generalizado.

-Retraso del envejecimiento.

-Recuperación de facultades mentales.

-Potenciación de habilidades.

-Capacidad de hacer frente a los desafíos que van surgiendo en el día a día.

-Optimismo y positividad.

 

¿Apetecible?

Sigue leyendo.

Haz lo siguiente tantas veces a la semana como te sea posible:

-Ejercicio adecuado, natural y agradable (nada de picarse con los demás) y que trabaje el cuerpo de la forma más completa posible.

-Respiración profunda…, lenta…, satisfactoria…, revitalizante…

-Relajación como un ejercicio consciente, no pasivo como una copa de vino viendo Netflix.

-Meditación…, es la relajación a un nivel muy profundo y mantenido. Es la conexión con nuestra verdadera naturaleza, con nuestra esencia.

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Hay una disciplina, llamada Yoga, que engloba todos esos puntos en su práctica.

Y conecta mente, cuerpo y alma en una simbiosis consciente.

El Yoga te conecta con ese flujo de vida que genera armonía física y mental.

Trabajas de forma saludable el cuerpo.

Aprendes a respirar con plenitud y a integrarla en la vida cotidiana.

La relajación es la base de toda la práctica, incluso del trabajo corporal intenso.

La meditación… es la meta y la práctica más transformadora.

¡Practica Yoga y devuelve al organismo su armonía y su salud natural!

David Sakshi